Las Terapias de Tercera Generación contribuyen a aportar un paso más en el estudio de la conducta humana. No en tanto porque este tipo de terapias hayan realizado una novedosa aportación al campo de la psicología clínica, sino más bien, porque han permitido que el laboratorio encuentre explicaciones científicas concretas a fenómenos y elementos (como es la aceptación, el contacto con el sufrimiento, el mantenerse en el presente, el dotar de sentido y significado a la propia existencia) que desde hace años, ya se trabajaban en otras corrientes psicológicas (como la humanista) y que resultaban eficaces para el avance terapéutico del cliente. Es por tanto que, la novedad es que se ha conseguido elaborar técnicas de intervención que son cada vez más precisas para la consecución de dichos objetivos, gracias al sofisticado engranaje científico y el soporte teórico-filosófico que las sustenta.
Para establecer un contexto que ayude a la mejora de la comprensión del sentido de la Terapia de Aceptación y Compromiso, comenzaré dando pinceladas de supuestos básicos que posiblemente el lector conozca, pero que quizás no esté de más señalar.
Desde el modelo del Conductismo Radical (Törneke, 2016) (B. F. Skinner entendía el concepto “radical” como “consistente”), el profesional comprende que el proceso conductual basado en los principios básicos del aprendizaje, son aplicables a cualquier organismo que se comporta. Y, además, es completamente comprensible para todo aquel que utiliza este tipo de modelo. Es decir, los profesionales se rigen por los mismos principios y hablan el mismo idioma, aunque se aplique de manera diferente. (Todos entendemos lo mismo por “estímulo”, y todos entendemos lo mismo cuando hablamos de “aprendizaje operante”).
Los más interesante del desarrollo de esta perspectiva, es que atiende a la funcionalidad del proceso en sí mismo, dejando a un lado la topografía o la estructura de la conducta, y permitiendo así, su aplicabilidad en cualquier proceso conductual, pues parece que cada uno de nosotros responde a nuestra propia historia individual de la misma manera, aunque hay tantas historias diferentes como individuos.
Por tanto, el objetivo no es conocer qué tipo de respuesta estructural provoca un estímulo antecedente, sino qué función cumple este antecedente en determinado contexto. La comprensión de este objetivo, permite dar respuesta a las preguntas del tipo “¿Cómo es posible que conductas que son similares tienen funciones diferentes? ¿o al revés? o ¿Cuáles son las interacciones que hacen que los individuos hagan las mismas conductas con funciones diferentes?”.
En este sentido, por ejemplo, la muerte de un hijo no es la causa en sí de la tristeza de una madre, sino la función que cumple en esa madre, en relación a su historia de múltiples interacciones madre-hijo. Por ello, puede ser que, ante la muerte de un hijo, para una madre funcione como un profundo sufrimiento; pero puede ocurrir lo contrario, que para otra madre funcione como un alivio. De ahí el desarrollo del modelo del Contextualismo Funcional (Hayes, 1993) a través de la Teoría de los Marcos Relacionales (TMR; Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001), que como expresa C. Luciano en sus clases: “es lo mismo que el Conductismo Radical, pero vestido de largo”.
Según esta perspectiva, la causa de lo que hacemos, no está en las piezas “antecedente”, “respuesta”, “consecuencia”, sino en la historia de las sucesivas interacciones de dichas piezas en un sujeto, las cuales generan determinada función en el contexto presente. En otras palabras, lo que importa es la función que cumplen. Por ejemplo, los pensamientos y los sentimientos en sí mismos, no son causas del malestar, por lo tanto, no hay que cambiarlos. El trauma no es que uno sienta tristeza, sino que para un individuo concreto sentir tristeza “es igual a” no puedo hacer nada y en ese no puedo hacer nada, actúa de manera rígida haciendo que su vida se “llene de nada”. Funciona como “paralizador”.
Por tanto, para generar una técnica válida y útil en el laboratorio (y en consulta) lo central es valorar a un sujeto, uno por uno desde su contexto e historia de interacciones, al contrario de como se ha generado normalmente, es decir, desde los estadísticos promedios de un grupo de sujetos. Lo cual no es funcional, sino estructural (para quien tenga interés en profundizar en cómo se generan las funciones de estímulo, revisar la Teoría de los Marcos Relacionales, de Hayes, Barnes-Holmes y Roche, 2001).
Es por ello que es útil, ya que aplicando las bases del Contextualismo-Funcional, concretamente, a través de la Terapia de Aceptación y Compromiso (Wilson y Luciano, 2007), se puede intervenir en todos los organismos verbales, con los mismos mecanismos, que funcionan de la misma manera, y desde una perspectiva que permite explicar fenómenos que son “físicamente” diferentes atendiendo a la idiosincrasia de cada persona, por ejemplo, a la hora de aprender en su proceso terapéutico (su ritmo, su funcionamiento, su patrón conductual…). Como es un ojo, que aun siendo cada ojo diferente en forma, color, modo de percepción, etc.; todos tenemos el mismo mecanismo que permite al sujeto la capacidad de ver y funciona de la misma manera.
«Existen al menos dos maneras de ser prácticos: una de ellas es decirle a alguien cómo debe hacer algo en una determinada situación -lo que no sabrá es qué hacer en una diferente-. Y la otra es decirle a la persona cómo funcionan las cosas y, entonces, realizarle sugerencias acerca de lo que hacer sobre la base de esta comprensión. Esta segunda es más complicada, pero la persona entenderá bastante más. Es decir, sabrá cómo actuar en múltiples situaciones funcionalmente similares”.
-Hayes, 201o-
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Referencias
- Hayes, S. C. (1993). Analytic goals and the varieties of scientific contextualism. En S. C. Hayes, L. J. Hayes. H. W. Reese y T. R. Sarbin (Eds.), Varieties of scientific contextualism. Reno, NV: Context Press
- Hayes, S. C., Barnes-Holmes, D. y Roche, B. (Eds.). (2001). Relational Frame Theory: A Post-Skinnerian account of human language and cognition. New York: Plenum Press.
- Páez, M. y Gutiérrez, O. (Coords.) (2012). Múltiples Aplicaciones de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Ediciones Pirámides.
- Törneke, N. (2016) Aprendiendo TMR. Una Introducción a la Teoría del Marco Relacional y sus aplicaciones clínicas. MICPSY Publicaciones.
- Wilson, K. G. y Luciano, C. (2007). Terapia de Aceptación y compromiso (ACT). Un tratamiento conductual orientado a los valores. Ediciones Pirámide.