Es muy común que en ocasiones impongamos ritmos no naturales de sueño en nuestro día a día (ya sea por exámenes, turnos laborales, actividades lúdicas, etc.) y podemos apreciar claramente cómo se altera nuestra salud física, psicológica y emocional.
Según numerosas investigaciones, el no dormir adecuada y satisfactoriamente provoca consecuencias en varios aspectos de la persona. A nivel psicológico, y específicamente dentro del aspecto emocional, aparecen síntomas como irritabilidad, cambios de humor, desmotivación, apatía, etc. En el ámbito cognitivo, pueden surgir problemas de memoria, enlentecimiento, déficit de atención y concentración en tareas concretas, etc. Todo esto influye en la actividad social (familia, pareja, amigos…) y comportamental (rendimiento laboral, escolar…) de quienes lo padecen.
Por otro lado, el cerebro necesita que durmamos para llevar a cabo una serie de procesos: recuperar energía, reorganizar información, llevar a la memoria a largo plazo determinados datos, borrar otros que considera inservibles, realizar tareas metabólicas y depurativas, etc.
En cuanto a las necesidades básicas de sueño, para mantener las funciones y la supervivencia del organismo se estima necesario una media de 4 o 5 horas de sueño cada 24 horas. El resto de horas que dormimos contribuyen a mejorar nuestro bienestar y nuestra calidad de vida, considerando que en una media de 8,3 horas podría encontrarse el punto óptimo de descanso. No obstante, es importante matizar que las necesidades tanto básicas como opcionales de sueño para conseguir un rendimiento y bienestar satisfactorio durante el día, van a variar en cada persona, e incluso una misma persona no tiene las mismas necesidades en todos los momentos de su vida.
A modo teórico, sería interesante conocer las distintas fases en las que se divide el ciclo del sueño:
- Fase 1: adormecimiento.
Supone menos del 5% del sueño total, está constituida por los periodos transicionales entre la vigilia y el sueño. No solo aparece cuando nos estamos quedando dormidos, sino también entre los distintos ciclos del sueño.
Así, la actividad cerebral existente es similar a la que se produce mientras estamos despiertos, y por tanto en estos periodos es habitual que nos despierten ruidos relativamente poco intensos.
- Fase 2: sueño ligero.
Es la fase más frecuente, llegando a constituir aproximadamente el 50% del sueño nocturno total.
El sueño ligero sigue a los periodos de adormecimiento. Durante esta fase, la actividad fisiológica y la muscular disminuyen significativamente y la desconexión con el entorno se intensifica, de forma que el sueño se vuelve cada vez más profundo.
- Fases 3 y 4: sueño delta o profundo.
El sueño profundo ocupa entre un 15 y un 25% del total; aproximadamente un 3-8% corresponde a la fase 3, mientras que el 10-15% restante se engloba en la fase 4.
La actividad fisiológica se encuentra muy disminuida, aunque el tono muscular aumenta. Se considera que nuestro cuerpo descansa y se recupera más marcadamente en estas fases que en el resto.
- Fase 5: sueño de ondas rápidas o MOR.
Esta fase constituye un 20% del sueño total. Los movimientos oculares rápidos que se producen durante esta fase le dan su nombre más conocido: MOR. En esta fase se produce una fuerte disminución del tono muscular y un aumento de la actividad fisiológica, de forma opuesta al sueño profundo.
Una falta prolongada de sueño, ocasionada por insomnio, sobreactivación, pensamientos constantes, etc., puede tener base en algún tipo de desajuste personal. Después de todo lo mencionado anteriormente, se antoja crucial que el sueño sea de calidad y sin fragmentaciones, para poder disfrutar de un descanso diario reparador. Por ello, si aparecen este tipo de dificultades a la hora de dormir, sería altamente recomendable acudir a una valoración y, si procede, una evaluación psicológica posterior, con el objetivo de encontrar la/s causa/s de esta problemática.
En Centro Psicosanitario Galiani disponemos de los últimos avances para garantizar una intervención global eficaz que abarque todos los aspectos de la persona, con el objetivo de aprender a gestionar de manera más adaptativa nuestros pensamientos y emociones, asegurando un adecuado afrontamiento de la situación por parte del paciente.
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