A veces, los pacientes acuden a consulta refiriendo gran ansiedad y sin identificar qué les ocurre. Detrás de esta situación suele haber distintas pérdidas que no han sido aún asimiladas.
Para entender mejor la presente entrada, vamos a definir dos conceptos fundamentales: pérdida y duelo.
Según la RAE (2018), la pérdida se entiende como la falta o privación de algo, mientras que el duelo se define como dolor, lástima, aflicción o sentimiento, así como demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la falta de alguien.
El duelo al que nos referimos más que la muerte, es el proceso ante la pérdida, donde se realizan ciertos rituales de despedida de la pérdida que se ha tenido (pueden ser pérdidas personales varias: vínculos de pareja, amistad, familia, trabajo, libertad o cualquier cosa que anteriormente creyésemos poseer y existe una retirada…).
En el proceso de la aceptación se produce un desajuste interno, en el cual, en función de la adaptabilidad de la persona, puede tener una mayor o menor duración.
¿Por qué se enquistan los duelos?
Se podría decir que se debe a un desajuste interno, no adecuándose a nuestras necesidades emocionales más básicas (afecto, reconocimiento o intimidad), las cuales se establecen en nuestras primeras experiencias de vinculaciones afectivas en edades tempranas.
A lo largo de nuestra vida tenemos diversas oportunidades de vivir nuevas vinculaciones más o menos conscientes, donde cabe la posibilidad de restaurar posibles vínculos dañados. Tener la capacidad de disponernos de manera diferente ante la pérdida, nos permite reajustar nuestra vida y necesidades que se establecen alrededor de ella. Esto nos permite vivir a pesar de la falta.
Es normal sentir dolor ante la pérdida, lo malo es cuando no nos permitimos emociones positivas por el mero hecho de tener esa pérdida. Cada persona responde de manera diferente ante hechos similares, lo importante es ser conscientes de lo que se siente, y no evitar sentirlo.
La evitación produce aplazamiento, y puede ser a veces producto del miedo (a sentir dolor, o a ser incapaces de sostenerse tras el dolor, por nosotros o por los demás).
¿Cómo nos influye en nuestras relaciones presentes esta evitación?
A veces nos alejamos de los demás que están presentes, por miedo a salir de nuevo heridos, o quizás por no encontrarme con la frustración de no tener la respuesta que necesito en ese momento. También es posible que mi orgullo me impida solicitar ser reconfortado cómo me gustaría, pensando que la otra persona tiene las herramientas apropiadas para hacerlo. Sin embargo, a veces no es así, el otro puede necesitar una clarificación del cómo sería válido para mí, evitando, de ese modo, ruidos u obstáculos en la comunicación.
En Centro Psicosanitario Galiani optamos por un abordaje integral de la persona, tenemos un Área Psicología y Psiquiatría Clínica en el Adulto dónde se encuentra ubicada nuestra Unidad Duelo, dónde podemos trabajar todos esos duelos que han quedado enquistados, o que uno siente que le superan.
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