“Hace un tiempo que empecé a cortarme…todo comenzó a ir mal, nada tenía sentido. Me siento sola, sin amigos…es como si no encajara en este mundo…”, “Me da vergüenza hablar sobre esto porque me hace sentirme débil…”, “Utilizo la cuchilla de un sacapuntas y empiezo a hacerme pequeños cortes…”.
A. 14 años
Existen pocas cosas más inquietantes para los padres que enterarse de que su hijo/a está hiriéndose intencionadamente. Desafortunadamente, es muy común, especialmente en las chicas. Los expertos lo llaman “autolesión”, y uno de cada cuatro adolescentes lo hace (Calvete, Orue, Aizpuru y Brotherton, 2015).
Las autolesiones se definen como actos intencionales y autodirigidos que ocasionan daños corporales de baja letalidad realizados para disminuir el estrés (Walsh, 2005). El individuo se auto-inflige de manera intencional cortes o arañazos en la piel con cualquier objeto cortante. Sin embargo, otras personas también se lastiman mediante tirones en la piel o en el pelo, heridas, golpes o quemaduras.
Cuando una persona empieza el hábito de cortarse cualquier zona de su cuerpo, puede parecer un comportamiento suicida, pero en realidad no lo es necesariamente. Los individuos que se autolesionan no están intentando acabar con sus vidas, sino intentando aliviar la angustia emocional que están sintiendo. Es decir, podría decirse que la actividad se realiza con un propósito; este puede ser el alivio de un sentimiento o estado cognitivo negativo o una dificultad interpersonal. No obstante, este comportamiento indica una profundidad de dolor psíquico que puede llevar a un intento de suicidio. El comportamiento en sí es también inherentemente peligroso porque las personas que se autolesionan pueden hacerse más daño del que pretendían, o desarrollar infecciones u otras complicaciones médicas.
La compresión es el primer paso
Rachel Ehmke
Existen muchos mitos en relación a los adolescentes que se autolesionan. Por ejemplo, que solamente quieren atención de sus padres, que no presentan gravedad clínica, o que la severidad del problema está relacionada directamente con la gravedad de las heridas.
No existe una causa clara que explique el impulso que lleva a los jóvenes a realizar estas acciones. Para algunas personas esa lesión representa un alivio; para otras personas sirven como una distracción de algún otro dolor emocional intenso y para otros le sirve porque se sienten desprovistos de sensaciones físicas internas. Como afirma el doctor Steingard, psiquiatra de Child Mind Institute, “se han cerrado hasta tal punto dentro de sí mismos a causa de lo que está pasando en su vida, que se ven incapaces de sentir nada”, “por eso recurren a la autolesión para poder sentir algo”.
Cada adolescente que se corta es diferente y no todos comienzan o continúan haciéndolo por la misma razón. Por este motivo, podríamos destacar algunos factores de riesgo y señales que han sido asociadas a la práctica de cortarse entre los adolescentes.
En cuanto a las características personales, diferentes estudios relacionan la impulsividad (Hawton et al., 1982), la desesperanza (Garrison et al., 1991), la ira y hostilidad (Simonds, McMahon y Armstrong, 1991) y la deficitaria capacidad de solución de problemas (Sadowski y Kelly, 1993) con la conducta autolesiva. Referente a las características familiares, el 50% de los adolescentes que se autolesionan viven solo con uno de sus padres (Hollis, 1996).
Otro factor de riesgo de gran importancia es la influencia que tiene los medios de comunicación y las redes sociales en los adolescentes. No obstante, no existe una correlación directa entre los intentos autolíticos y las redes sociales. El fenómeno de las lesiones autoinfligidas se presenta si también existen ciertas características. En el caso emblemático de ‘La Ballena Azul’, una serie de retos virales que promovían las autolesiones y el suicidio, no sólo influía las redes sociales y las características personales compartidas por los adolescentes, también influía la relación con los padres o las circunstancias en la que vivían los menores en riesgo.
A pesar de que romper el ciclo de autolesiones no es una tarea sencilla, los profesionales de la Psicología contamos con un gran número de recursos en los que la meta común es que el individuo sea capaz de saber quién es, cuáles son sus gustos y valores y hacia dónde quiere dirigir su vida. Es un proceso de autoconocimiento personal en el que el adolescente logre conformar un autoconcepto más ajustado a la realidad, disminuyendo la necesidad de aprobación para posibilitar un desarrollo de la personalidad más libre e independiente.
Por ello, en Centro Psicosanitario Galiani trabajamos multidisciplinarmente tanto Psicólogos como Psiquiatras, disponiendo de los últimos avances para garantizar una intervención global eficaz que abarque todos los aspectos de la persona, con el objetivo de lograr una asistencia individual completa, adaptada a la personalidad y a la problemática a trabajar de cada persona.
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Referencias
- Calvete, E., Orue, I., Aizpuru, L., y Brotherton, H. (2015). Prevalencia y funciones de autolesiones no suicidas en adolescentes españoles. Psicothema, 27(3), 223-228.
- Garrison, C., Addy, C., Jackson, K., McKeown, R. y Waller, J. (1991). A longitudinal study of suicidal ideation in young adolescents. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 30, 597-603.
- Hawton, K., O’Grady, J., Osborn, M. y Cole, D. (1982). Adolescents who take overdoses: Their characteristics, problems and contacts with helping agencies. British Journal of Psychiatry, 140, 118-123.
- Hollis, C. (1996). Depression, family environment and adolescent suicidal behaviour. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 35, 622-630.
- Sadowsky, C. y Kelly, M. (1993). Social Problem solving in suicidal adolescents. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 61, 121-127.
- Simonds, J., McMahon, T. and Armstrong, F. (1991). “Youth suicide attempters compared with a control group: Psychological, affective and attitudinal variables”. Suicide and Life-Threatening Behaviour 21, 134-51.
- Walsh, B. (2005). Treating self-injury: A practical guide. New York: Guilford Press.