¿CÓMO DESARROLLAR RELACIONES SALUDABLES?
¿Todas las relaciones personales son saludables? A ellas aspiran todas las personas, aunque a veces nos conformamos con las que mantenemos, sin identificar que, en el fondo, no lo son. Se necesitan relaciones que hagan sentir bien a la persona y contribuyan a que su vida sea más agradable. Esa es una relación saludable. Y para alcanzarlas, hay que tener muy claro que esas interacciones no dependen de la suerte o del Destino. Dependen de cómo interactúa cada persona con aquellas que la rodean en cada uno de sus ámbitos (personal, familiar, social, laboral…). Para ello, hay que querer pararse a conocer a la persona que tenemos enfrente, para así entender su manera de “funcionar” y poder gestionar de manera positiva la relación con ella, más allá de pretender cambiar sus ideas o juzgar sus actos para conseguir que coincidan con los propios, que es el error más frecuente en el que se suele caer.
Una relación saludable se fundamenta en un respeto mutuo, en el sentido más amplio de la palabra, pues garantiza la libre expresión de ideas de ambos miembros, sin miedo a ser juzgados o a que derive en enfrentamiento por la falta de acuerdo. Bajo esta premisa, ambas opiniones son igualmente válidas, aunque diferentes. Siendo así, se genera un clima de confianza en el que las dos personas adquieren el rol de cómplice y apoyo del otro. La relación saludable viene definida por ser equilibrada y equitativa para los dos. Están al mismo nivel, igualmente válidos, por lo que la comunicación entre ellos será fácilmente en términos asertivos y constructivos. No es que no pueda haber desacuerdos, ya que en todas las relaciones los hay, pero se resuelven de una manera sana. El secreto reside en el respeto ya mencionado. En no pretender imponer la opinión propia, si no plantearla y aceptar si no coincide con la del otro, intentando alcanzar un punto de acuerdo si es posible. En algún caso, ese punto medio no se da, por lo que habrá que asumir que ambas opiniones diferentes son lícitas. Se puede dar el caso de, por las circunstancias del momento, haya que decantarse de manera práctica, por lo que uno de los dos habrá de ceder, sabiendo que en una ocasión futura quizás le toque a la otra persona hacerlo.
Pero no podemos ignorar que alcanzar este adecuado nivel de comunicación en una relación no es posible si no aprendemos y practicamos una escucha activa. Es decir, se debe de tener en cuenta que tan importante es lo que cada cual quiere expresar como escuchar lo que la otra persona tiene que decir. Hay que estar abiertos y con actitud receptiva a escuchar opiniones diferentes e incluso opuestas a las propias, para así ser libres a la hora de analizarlas y decidir el nivel de acuerdo que pueda existir. En ocasiones hay que considerar que nuestro punto de vista pudiera no ser el correcto y tener la humildad de reconocerlo, otorgando la razón a la otra persona, sin que ello conlleve un sentimiento de desvaloración propia. Es sano poder reconocer que se estaba equivocado, e incluso tener la capacidad de pedir perdón si fuera el caso.
Todo lo anteriormente planteado se percibe de una manera mucho más clara si nos centramos en el ámbito de las relaciones de pareja, aunque sean características comunes a cualquier relación interpersonal. En la misma línea, cada pareja es diferente y los acuerdos de la dinámica relacional los establecen los miembros de cada pareja. La relación saludable de pareja tiene que garantizar ese bienestar emocional, respeto, confianza, comunicación positiva… ya referidas. La relación de pareja saludable es equilibrada y simétrica. Subyace un sentimiento de equipo en el funcionamiento diario y la resolución de conflictos. No siendo nada de esto incompatible con tener cierto espacio personal, que habrá que combinar con el tiempo en pareja de calidad. El equilibrio entre ambos espacios lo acuerda cada pareja, en función de lo que ambos necesitan, y siempre que ambos estén satisfechos, cualquier combinación es correcta. Pero en una relación saludable de pareja siempre ha de mantenerse el espacio de vida propia fuera de la relación, donde están los intereses y relaciones personales que nos aportan bienestar. Mantenerlo contribuye a que la autoestima propia no dependa de la validación que se recibe de la pareja y se pueda continuar teniendo criterio propio y sensación de libertad individual.
También es necesario tener en cuenta que, una relación saludable de pareja que perdura en el tiempo deberá, en algunos momentos, de redefinir las características y acuerdos establecidos, en función de las nuevas necesidades que vayan surgiendo. Con el paso de los años determinados aspectos de la relación están sujetos a cambios y ambos miembros deberán adaptarse y estar dispuestos a reconducirlos en positivo. Por todo esto, la necesidad, referida en anteriores párrafos, de una adecuada comunicación en la pareja, siendo prioritario conocer “el idioma en el que habla el otro”, identificar patrones de pensamiento y conducta, actitudes que lo definen, gustos, manías… solo así podremos conectar el autoconocimiento con el conocimiento de la pareja para un fin común.
Todas las personas, de una manera u otra, buscan el amor fantástico e ideal, la relación “perfecta” que nos haga vivir en un cuento, sin discusiones, todo felicidad, pasión a todas horas, sin problemas… Pero cada vez son más las personas conscientes de que eso no es la vida real y, afortunadamente, no la persiguen. Pero eso no quiere decir en absoluto que la pareja no pueda ser “perfecta” dentro de la realidad que se vive. Asumiendo que el camino no es siempre «de rosas», pero que la mayor parte de la relación aporta y la mínima parte resta. Y esa parte que no aporta, tenemos en nuestra mano la posibilidad de buscar el cambio, para que lo negativo sea mínimo. La relación ideal no existe, porque hablamos de que la pareja se forma por la suma de dos personas independientes y diferentes, que vienen de familias diferentes, con su personalidad y forma de ser definidas. El gran reto es conectar ambas personas en un plano compartido, que consiga que ambas se sientan realizadas y satisfechas con la dinámica general que han conseguido establecer.
Realmente se busca un compañero/a de vida con quien compartir buenos momentos, risas, diversión, aficiones y también en quien apoyarse en los momentos duros, en quien confiar. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco es tan difícil como a veces se hace. El amor no duele. El amor alegra e inspira ilusión por la vida. Solo es cuestión de proponérselo y buscar la manera de conseguirlo.