La ansiedad por separación se atribuye de manera casi automática a la población infantil, en su edad más temprana. La realidad demuestra que también pueden experimentarla los adultos (a veces arrastrada desde su infancia o adolescencia).
De manera generalizada podemos determinar que la Ansiedad por Separación, con sus peculiaridades según la edad en la que se vive, aparece tras una separación (e incluso con la idea anticipatoria de que esa separación va a ocurrir), de una figura a la que la persona está estrechamente vinculada, un animal de compañía especial o un lugar importante que va a abandonar.
El origen de la Ansiedad por separación puede situarse en diferentes etapas del desarrollo, desde la niñez hasta la edad adulta, pasando por la adolescencia, y aparecer tras diversos cambios significativos que no han sido gestionados adecuadamente, como pérdida de seres queridos, episodios de abusos o maltrato, o cambios importantes en su estructura vital. Cualquiera de ellos puede convertirse en un factor de riesgo para el desarrollo de la Ansiedad por Separación en personas que ya, como característica de personalidad, tienden a preocuparse excesivamente por todo y encuentran dificultades en su vida para gestionar el estrés de una manera funcional. También resultan ser adultos que se muestran controladores o muy protectores con determinadas personas de su círculo, cuando en realidad lo que subyace es la propia necesidad de asegurar que esa separación que temen no va a ocurrir. La Ansiedad por Separación es frecuente que coexista con un trastorno obsesivo compulsivo, con agorafobia o trastorno de pánico. En otros casos más complejos esa Ansiedad por Separación podría estar asociada a patologías graves de la salud mental, como son las pertenecientes al espectro autista.
La Ansiedad por Separación es diagnosticada por el especialista cuando dicha separación causa en la persona un malestar cada vez más intenso, provocándole una limitación importante para llevar a cabo su vida con normalidad. Se detecta cuando la persona observa que son más frecuentes las ocasiones en las que anticipa negativamente y experimenta sufrimiento excesivo ante la mera posibilidad de no estar al lado de una persona determinada o tener que partir de un lugar concreto, aunque sea de forma temporal. En consecuencia, llevan a cabo intentos desesperados por evitar hacer cosas de manera individual, buscando excusas y pretextos para forzar tener que hacerlo con dicha persona de la que no quieren alejarse. Hay latente un miedo irracional de que a esa persona le ocurra algo malo estando separados, llegando a convencerse de que, al estar cerca, estará protegida.
Las personas que sienten Ansiedad por Separación somatizan físicamente ese malestar emocional previo a que se produzca la separación real e incluso llegan a tener alteraciones del sueño, con pesadillas en las que ocurre lo que temen.
No es inusual que una Ansiedad por Separación acabe precipitando ataques de ansiedad, cuando no se aborda y el cuadro se va intensificando, e incluso se cronifica. El origen de la Ansiedad por Separación presente en la edad adulta, puede ser, como al inicio mencionamos, de diversa índole. Puede haber existido una relación de apego inseguro o ambivalente con sus padres o figuras de referencia, que ha alimentado su inseguridad personal o necesidad de atención, sostenida hasta la edad adulta. Quizás también resulte ser un adulto con una base de personalidad insegura y baja autoestima, con una marcada necesidad de valoración externa y atención por parte de la otra persona (con frecuencia coincide con que es su pareja), por lo que malinterpreta y confunde el tener que controlar estar juntos para sentirse segura y validada por parte del otro miembro de la pareja. Esa escasa validación personal provoca desconfianza y celos, puede que injustificados incluso, que aumentan la necesidad de controlar a la otra persona. Es un factor de riesgo el tener una personalidad vulnerable y menos preparada para el afrontamiento de sucesos vitales estresantes o difíciles (separación de padres, enfermedades graves o cambios traumáticos de colegio o vivienda), que a veces se complica más aún si se tiene unos modelos de referencia que gestionan la vida desde la ansiedad, y se aprende a funcionar desde ese modelo de conducta.
Los niños que sufren Ansiedad por Separación y no la solucionan o los adultos que conviven con ella y la normalizan, con frecuencia acaban contribuyendo a la aparición de un trastorno de ansiedad generalizada al resto de sus áreas vitales, teniendo como consecuencia otros trastornos o factores estresores en sí mismo con resultados negativos a nivel social, personal, laboral…
La prevención del trastorno por Ansiedad de Separación pasa por el reconocimiento de la propia persona de que cada vez sufre más ante estas situaciones (si es el caso de un niño, tendrá que percibirlo el adulto a su cargo). Es necesario reconocer e identificar las situaciones que desencadenan tal angustia, para así poder tomar conciencia. A partir de ahí, aceptar y buscar ayuda profesional que ayude a gestionar de una manera sana y sin sufrimiento desmedido tales situaciones y, si es posible, antes de que la sintomatología se cronifique y sea más complicado revertirla.
Si hablamos específicamente de la Ansiedad por Separación en el ámbito de la pareja sentimental quizás es fácil pensar en alguna persona cercana o conocida en la que se identifican algunas de las características señaladas. Es común reconocer en otros esa dificultad e incluso angustia que sienten al tener que hacer cosas individualmente sin su pareja, tener que separarse temporalmente de ella o simplemente pensar en la posibilidad de tener que hacerlo.
Por lo general, dichas actitudes suelen normalizarse y justificarse con diversos argumentos. Esa angustia se enmascara y se atribuye al interés y preocupación por el otro. Hasta que no llega a un nivel de limitación extremo que incapacita a la persona en su vida normal, no se suele parar a admitir que el trastorno existe. Porque no es fácil reconocer que la relación de pareja que se vive no es la que gustaría ni es tan “perfecta” como se había proyectado. Y aceptarlo conlleva esfuerzos y cambios tanto a nivel personal como de pareja, que no siempre todo el mundo está dispuesto a afrontar, pues no se quieren exponer a las posibles consecuencias negativas que de ello se puedan derivar.