Vivimos en un mundo en el que se prima la consecución de objetivos a corto plazo, realizar las tareas con la mayor premura posible y la realización de multitareas simultáneas. Todo ello, desencadena una sobreexcitación cerebral que en ocasiones nos hace sentir agotados y embotados; y en esos casos, en vez de tomar un descanso, se siguen realizando tareas con el añadido de la sensación de ineficacia y de incapacidad por parte de la persona, lo que genera frustración y malestar emocional. Cuando esta situación se alarga en el tiempo, el agotamiento cada vez se hace más plausible tanto a nivel físico como psicológico. Con motivo del Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica, queremos resaltar la importancia de identificar dentro de estas enfermedades los componentes físicos, psicológicos y sociales que influyen en ellas. El predominio de afectación de unos componentes u otros va a depender de las circunstancias de cada persona. Lo que no debemos olvidar, es que estos tres componentes influyen en mayor o menor medida en la evolución, con lo cual no nos debemos de olvidar de ninguno de ellos a la hora de tratar estas patologías. Trabajar solo en uno de los componentes, lleva a la no resolución total de la enfermedad y la consecuente cronificación de la misma.
Existen patrones de comportamiento que se repiten de manera inconsciente hasta que tu cuerpo da señales de auxilio y es cuando el proceso automático se hace visible y te da la oportunidad de cambiar. En el caso que tratamos hoy, esas señales de auxilio son los dolores y las molestias que sufren las personas con Fibromialgia. Entender el “dolor” como un mecanismo de información y escucha interior, nos permite hacer cambios tanto externos como internos a nivel cerebral para mejorar nuestra salud.
¿A qué nos referimos?
Aunque el proceso sea doloroso y se sufra, acaba teniendo algún fin. Este fin, depende de la interpretación que vayamos sacando de lo que nos ocurre en el momento actual y las exigencias que nos autoimponemos y no nos dejan mirar más allá y buscar otras soluciones. Sentirse asfixiado o agotado por lo que estás viviendo, no es más ni menos, que la sensación de no sentirte tú mismo, de no sentir que eres suficiente. Los límites personales se franquean y avasallan por las pretensiones que los demás quieren de ti y por tus propios pensamientos sobre lo que crees que los demás piensan de ti. Por eso, asociamos el descanso a holgazanería y a pérdida de tiempo. En momentos puntuales, es uno de los mejores mecanismos que tenemos para recuperar la frescura y la fluidez cerebral. ¿Has experimentado alguna vez un bloqueo en alguna actividad que estuvieras realizando y el simple hecho de parar y pensar otra cosa, o simplemente no hacer nada, te ha hecho fluir mejor en la actividad momentos después? Si no lo has experimentado… ¡pruébalo!
¿Es casualidad que los datos estadísticos reflejen un alto porcentaje de afectación de fibriomialgias en mujeres entre 50-70 años con intensa actividad y responsabilidad a nivel familiar y profesional?
Como con cualquier enfermedad, no tenemos la receta mágica y universal que sea la panacea universal, ni existen normas para saber cuál es la vida perfecta. Pero sí podemos buscar las claves para saber cómo queremos sentir nuestra vida ideal.
Hacer que los cambios se mantengan en el tiempo, es confiar en que es posible y que “yo soy posible con ellos”. Los cambios, tienen fluctuaciones con una tendencia a la estabilidad en el tiempo hacia un nuevo lugar, una nueva idea o una nueva sensación. Esa estabilidad ficticia, es la que nos ayuda a entender que hay que dar tiempo para que los cambios tengan efecto en nosotros. Rendirse y tirar la toalla, es normal en este proceso agotador. En la vida, habrá momentos en los que tirar la toalla se haga de manera definitiva con aquellas circunstancias que no queremos en nuestra vida y otras veces se hará de manera transitoria, para alejarnos de una situación que no nos deja mirar más allá y poder reconducir nuestra vida más adelante desde otra perspectiva.
La percepción del dolor varía entre individuos y dentro del mismo individuo según el momento en el que se encuentre. Enfocarse en lo que ya tienes y quejarte, es no aceptar el cambio y perder la ocasión de prestar atención a otras oportunidades. No siempre las cosas son iguales aunque los elementos se repitan, ¡los puedo interpretar de otra manera! Por ello, decimos que el dolor es subjetivo, no tenemos una herramienta externa que detecte en cada momento cómo es mi dolor y cómo me hace sentir.
Pero, ¡tenemos una buena noticia!
Podemos trabajar herramientas internas que nos ayuden a saber cómo es nuestra sensación de dolor, la intensidad, los elementos físicos, psícológicos y contextuales que desencadenan el dolor y los mecanismos individuales para calmarlo.
“Tú no eres tu dolor”
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